lunes, octubre 20, 2008

Evolución

Lo primero fue intentar construir el castillo con la arena, pero como el tiempo se gastaba en poner diques para que las olas no lo destruyeran, optó por sentarse en la orilla de la playa a mirar la subida y bajada del agua para, posteriormente, mojarse los pies, luego el trasero, hasta decidir que, ¿por qué no?, meterse en el mar permitiría tal vez acercarse al horizonte, aun a riesgo de ahogarse, o precisamente con esa intención.

¿Y después?

Ya de mayor, con toalla y sombrilla, con mirada menos ingenua, con obligaciones, con crema para el sol, con teléfono móvil y periódico y algo de dinero para las cervezas, con un proyecto de descanso bajo el brazo, con la leve sospecha de estar cumpliendo eso de ser feliz o precisamente con esa intención… recordó aquellas palabras de Martí i Pol y se fue directo a ahogarse.

2 comentarios:

Lúzbel Guerrero dijo...

Soy un hombre práctico; yo hubiera leído las palabras de Martí i Pol, y hubiera sonreído
Cuando el tren ya pasó hace mucho, no hay porqué irritarse
y ¡PLÍÑ!, claro que el negocio es el negocio

nacho dijo...

No por sonreir deja uno de equivocarse (o viceversa). Aunque siempre acierta en el hecho de sonreir, Luzbel (¿los diablos sonríen?)