Cuando entendí que la abertura que abría mi vida hacia el caos desordenaba mi estupor, ordenándolo, comencé a valorar la sencilla incoherencia de los sueños.
Se abrió una ventana llena de sentido, atravesada por un imposible viento de ida y vuelta, capaz de explicar lo inexplicable. Fué por ahí por donde tú te colaste, retadora.
La historia mil veces repetida de alguien que por el simple y grandioso hecho de nacer, de percibir que nace, enloquece de pasión y pretende, desde su soberbia, amar y conocer.
No tú, sino tu vida, inalcanzable (también para mis palabras), me enseñó la máxima cota a la que podría aspirar: aprovechar los instantes despierto para sentir el viento.