miércoles, agosto 22, 2007

El juego

Un cristal me separa de la calle donde el árbol agita sus ramas y deduzco que el viento actúa.

De deducción en deducción (y tiro porque me toca) acabaré por llegar a la casilla de la muerte, tras caer en la cárcel del sueño, donde el incomprensible lenguaje de las plantas me impide jugar.

Debe de haber un límite (entre las casillas, entre los sueños o entre las ramas) en el que vivir.

Una abertura infinitesimal hacia el infinito.

Un verano de verdad.

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