viernes, enero 29, 2010

Misterio glorioso

Acabo de llegar de un viaje luminoso. Caminé junto a las nubes por la quintaesencia de las cosas, bordeando de refilón los límites del lado oscuro y apañándome para ejercer como un activista de la luz que lucha contra las medias tintas. Una travesía de años.

Recién aterrizado, acomodo como puedo mi espíritu y mi trasero a estos tonos gris mediocre que ahora me tocan vivir. Desde esta tiniebla, desde el bus que me lleva, junto a otros (otras, más bien; inmigrantes, más bien), hacia actividades cotidianas (rutinarias, más bien), contemplo las nubes con las que no hace mucho alternaba y a las que oigo hablarme como no lo hicieron entonces. Me hacen saber la existencia de esa enorme energía que anuda los miles de minúsculos retazos de ilusiones, prejuicios, deseos, genialidades, cobardías, amores, dolores, hábitos, frustraciones, pensamientos y sensaciones de todos los que viajamos en el bus. Un mundo plano, cristalizado y unido por una fuerza interior con mayor carga poética que todas las galaxias sumadas.

Mirando las nubes por la ventanilla, sueño la fisión irrealizable, el gesto del niño que desarmara el hechizo con un solo dedo, provocando el estruendo de alegría que ya existe, a punto e inadvertido, desde siempre.

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