Recostado en una cómoda carencia de rumbo (adquirida en rebajas, junto al último sueño), me dispuse a disfrutar del recuerdo de mis momentos felices.
Liberado y con el cuerpo tumbado de miradas, busqué en el cielo aquellos caminos del pasado que debían dar razón de mi andadura.
Ni rastro.
Las nubes sólo formaban vidas ajenas. Dibujos armónicos de anónimas novelas ejemplares.
Nada mío habitaba el universo y ni el más genial de los engaños podría, esta vez, desmentirlo.
Cerré los ojos por supervivencia, aferrándome a la última chica que se extravía, esa extraña que cuenta que "nunca acabamos de saber si estamos de verdad perdidos".
(Pero sólo se lo cuenta a quien duerme con ella. Y sueña.)
viernes, octubre 27, 2006
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4 comentarios:
Estupendo post Nacho, he podido verle allí, recostado oteando el infinito; escuchando las reflexiones deesa chica perdida en la verdad.
Vaya, debe ser espectacular poder dormir a su lado, aun en otros rumbos y soñar que ella sueña contigo.
Lo tangible, eso que se huele, se toca,
y se contempla
podria ser lo que creemos es la esperanza
Esperanza
ý no obstante, uno a veces ha trazado sueños en el aire, viendo rostros que no ha visto nunca, que nunca ha olido ni tocado
es extraño
imaginación pura, en este caso, totalmente pura
la Esperanza se vuelve una canción triste, y todo al final es como un fotograma rasgado
entonces, uno regresa a su vida cotidiana, y a lo sueños.
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Un abraxo enorme querido Nacho.
Seguiré llegando a tu zona, porque ¿cómo me perdería alguno de tus sueños?.
Perdida de verdad, Luzbel.
No sé si espectacular, Laura, pero tengo claro que la esperanza nos duerme. ¡Somos tan niños!.
Siempre seremos un sueño para el otro, querida Virginia.
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