Me gusta tomar un libro y un vino para conjurar a la verdad verdadera. Para abandonar poco a poco la lectura por el sueño. Para que mi vista desborde la página hacia la luz de este mar que atardece, de este entresiestas, aliento y naufragio de algunas quimeras.
Porque no vine a contar sueños, sino a apresar los instantes que los preceden, la extraña sombra que los convoca, el falso tiempo que los transita.
Estoy aquí provocado por Mussil, atrapado en el envite de sus palabras: "Quien aferra la máxima irrealidad, plasmará la máxima realidad".
martes, septiembre 13, 2005
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
8 comentarios:
qué momento, en el que vislumbras algo importante e intentas permanecer despierto, hasta que al final te abandonas esperando que el sueño lo retenga, lo elabore y te lo devuelva con el desayuno
Yo si vislumbro (me encanta esta palabra) algo importante, casi prefiero dormirme, Beclen.
No sé Teresa, también puede haber pesadillas reconfortantes... cuando se acaban.
¿siiii? ¿prefieres dormirte??? ¿por quéeee?
No, no prefiero dormirme (casi, solamente). La razón es porque, tal vez (sólo tal vez) dormido profundice más en el vislumbramiento.
Y me ha sucedido algunas veces, que luego del sueño, he encontrado lo que buscaba...
A lo lejos me parece ver un ojo tuyo, está haciéndome un guiño?
Vir, lo del ojo puede que sea estravismo trasatlántico.
Muchas veces entro en este estado cuando estoy leyendo en el tren. Hasta que el libro se me cae al suelo. (Y todo el mundo me mira.)
A mi también se me cae el libro (y hasta el vino), Luc.
Publicar un comentario