lunes, julio 27, 2009

Bendito naufragio

Mi apretada agenda me llevó a Madrid para varios asuntos, entre los que logré acomodar la cita con un amigo que hace tiempo deseaba ver. Fueron escasamente dos horas, en las que quise satisfacer un deseo vital nacido de la amistad y de una temporada sin cultivarla.

De vuelta a la estación que me iba a traer a Zaragoza, sentí que aquella cita no había servido de nada. El poco tiempo disponible había anulado cualquier intento de profundizar en nuestras vidas y el reloj había decretado el triunfo de la superficialidad.

Pero el azar quiso que un incendio cortara las vías del tren y me viera obligado a permanecer en Madrid. Llamé a mi amigo, dormí en su casa y pasé el día siguiente con él.

Aprendí que en la batalla entre nuestro “programa” y la “vida” es mejor perder. Que el diseño vital que anhelamos no ha de parecerse a una fortaleza sino a un barquito de papel que se pueda llevar la riada. El río de la vida.

4 comentarios:

jose Fernandez de Villalta dijo...

La serte fue de tu amigo, seguro. Programar nunca fue deseo humano si no del enemigo de la vida.
EL TIEMPO

nacho dijo...

La suerte fué de la suerte, Jose.

Lúzbel Guerrero dijo...

Me debe un café con pastas
¡Y que conste que no le cobro las cerillas!

nacho dijo...

¿En el infierno o en el paraíso? Luzbel.