Aunque se dice que los sueños están fabricados con brumas, yo creo que su hechura es de cristal y que su manejo precisa de rigurosa disciplina, sumo cuidado y singular esmero. Sin embargo, a menudo, los tratamos con tal descuido que se nos quiebran entre las manos, hiriéndonos en justo castigo a nuestro escaso tacto.
La falta de respeto con nuestros propios sueños nos lleva a desvalorizarlos, a considerarlos como una rémora para nuestras ansias pragmáticas, a quitarles peso, a desearlos vanos. Nos quedamos en sus efectos, en sus reflejos, en sus transparencias. Y cuando intentamos abrazarlos, si alguna vez lo hacemos, actuamos con recelo, distantes y miedosos ante el peligro de sus aristas.
Y es que confraternizar con los cristales no es fácil. Exige una actitud minuciosa y una disposición abierta al aprendizaje. Seguramente, porque un cristal es la síntesis de muchos mundos, la herencia encadenada de muchos desencadenantes, la constante interpelación a cada persona humana, la solidez de la expresión soñada.
lunes, diciembre 29, 2008
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3 comentarios:
¡PLINE!
¡Jo, cómo stá el patio!
Excelente entrada caro amigo; le agradeceré a quien me lo recomenduvo.
Gracias, Alphonse.
¡Feliz y cristalino 2009!
Pero la belleza del cristal, su brillo, su capacidad de crear arcoiris, nos dejan encandilados; por eso cuidemos nuestros sueños, para que no se rompan.
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