viernes, noviembre 16, 2007

Compleja melodía

La enmarañada sencillez de la vida me devolvió la sonrisa. Esa mueca que acostumbro a dar de mi para desvanecerme en partículas, exhalar mi contribución a la realidad y perder el sentido. Sí, perder el sentido. Las cosas son hasta tal punto sencillas que son incomprensibles. Esa música que no escucho, este silencio fortuito del que ignoro su nacimiento y destino, la razón de su fuerza. Ningún sueño es diferente a la vigilia. Aquellos caballos alados de ojos azules, mil veces más veloces que el sonido, hermosos como la nada boreal, inteligentes como la boira, ¿no podrían compararse a tu mirada? Sin duda. No sé cuales serán los recovecos por donde me llevará la mente para distraerme de la existencia, para evitar que alterne con mi propia naturaleza de dormidor despierto, de soñador furtivo. No importa. Las pesadillas caducan como las ilusiones prescriben. El tiempo incontable no es tiempo. Y el amor dura lo que una canción sin letra. Siempre.

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