Todas las cosas que aquella chica (el amor de mi vida) me enseñó, no las entendí entonces, sino que las voy aprendiendo, paso a paso, en mi suave descenso hasta el infinito.
Todos esos sueños que las noches y los días de mi corazón me susurran sin cesar, habré de re(s)catarlos en el recuerdo o moldearlos con la imaginación, para besar a la vida como un orate sincero.
Nada sé. Sólo sabré o supe.
Si me quitan el tiempo, me convierto en un absoluto ignorante. En un enamorado.
Dicen que merece la pena, pero lo que merece es la no pena.
viernes, junio 11, 2010
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